Un duelo de leyenda (CE-B2)

Roger-Federer-v-Rafael-Na-007Entre las tinieblas de la tormenta y los aullidos de la grada («¡Ro-ger! ¡Ro-ger!»), cuatro pelotas deciden el destino de Rafael Nadal (7-5, 7-6, 5-7 y 6-1) ante el suizo Federer y la conquista de su décimo título grande, que es su sexto Roland Garros, igualando el récord del sueco Björn Borg, el mítico hombre de hielo.A su llegada a la pista central, está el público en pie para recibir a los tenistas. El ceremonial tiene más que ver con los protagonistas que con el título en juego. Federer aparece como el animal que huye del fuego, sin mirar a los lados, sin preguntar nada, por el camino más rápido y directo. Suyos son seis de los primeros ocho puntos. Suyo es el primer break. Es un sueño hecho tenista. No hay nada que ese jugador se proponga y no realice. El número uno no forma parte del partido. Es Federer contra Federer. Son Federer y sus circunstancias. Nadal quiere un combate cuerpo a cuerpo y la salida del suizo produce un baile trepidante. Corre más rápido el marcador que el segundero. Federer disfruta. Nadal reniega. Bola de set al resto para el helvético.

Entonces el número tres decide definir ese punto con una dejada que siga sangrando cuando el set ya sea suyo, con un tiro que marque a Nadal a fuego. Parece perfecta, el verso suelto de un gran poeta, hasta que llega el juez árbitro, que la sentencia como mala por lo que mide un mosquito. Media hora después, Federer ha encajado un 0-7, ha perdido esa manga 7-5 y va un break abajo (2-0) en la segunda. Nadal, ya se sabe, es de puro granito. Un competidor genial y único.

Federer, claro, no entiende nada. Con más peloteos, empieza a cocerse al fuego de Nadal. Ya no es ese tenista ligero, sino uno más reconocible, fallón con el revés y embrujado por las recuperaciones de su adversario. El español juega sin pensar en el marcador, insensible a las ventajas perdidas en la segunda manga y la tercera, artista que mezcla talento y sufrimiento. Federer es otra cosa. Unas veces es el mito campeón de 16 grandes. Otras, el hombre que ha perdido contra Nadal tantas finales. En los momentos decisivos, la persona se impone a la leyenda. Nadie mejor que el mallorquín cuando todo se decide desde la mente y las emociones.

La final corona a Nadal. El torneo, a Federer. El español deja París con un grande más tras superar su mala primera semana y sin enfrentarse al fantasma de Novak Djokovic, que le ha ganado cuatro finales en 2011. Ese fue el mérito de Federer, verdugo del serbio en las semifinales: demostrar que sigue vivo para los grandes escenarios y que su rivalidad con Nadal todavía no está lista para ser historia. Ocurrió en Roland Garros: el suizo solo se inclinó ante un campeón extraordinario.

Juan José Mateo, El País, 06/06/2011.