El arca de Noé clónica (CCP-2012-CE)

Primero fue un renacuajo; después un ratón, y más tarde llegó la oveja Dolly; actualmente hay clones de mamíferos domésticos (caballos, vacas, toros de lidia) y mascotas (perros y gatos). Igual ha ocurrido con nuestros primos los monos. Se han clonado fieras, humildes carpas y animales en peligro de extinción. Pronto habrá clones suficientes para llenar un arca de Noé moderna. Impresionante, sin duda; pero ¿qué beneficios tangibles ha traído esta frenética actividad de la fotocopiadora genética? […]

La clonación saltó al estrellato el 5 de julio de 1997, cuando el científico escocés Ian Wilmut presentó en sociedad a Dolly, una oveja engendrada a partir de un embrión portador del ADN de un ovino de raza Finn Dorset, a la cual era genéticamente idéntica. Los genes se habían extraído de una célula mamaria de la donante; de ahí el nombre puesto al clon: una alusión a Dolly Parton, la cantante country de grandes pechos.

En rigor, no se trataba del primer clon viable. Le había precedido el renacuajo clonado en
1962 por el biólogo británico John Gurdon. Se dice que en 1963 el chino Tong Dizhou clonó una carpa a partir de los genes de un espécimen adulto, pero las barreras de la Guerra Fría impidieron que se conociera su hallazgo. Más documentado es el caso del ratón Masha, el primer mamífero clonado en 1986 a partir de una célula embrionaria manipulada por expertos soviéticos. Una década más tarde, Dolly se convirtió en el primer mamífero clonado a partir de una célula adulta, un hito tecnológico.

Wilmut (hoy sir Ian Wilmut) disparó el pistoletazo de largada. En todas partes, los científicos se pusieron a clonar animales, con mayor o menor fortuna. De sus laboratorios han ido saliendo ratas, ciervos, conejos, lobos, cabras, hurones y camellos clónicos. En paralelo al furor mediático desatado por Dolly alternaban escenarios apocalípticos de clonación humana con visiones optimistas de rebaños productores de insulina y órganos aptos para su trasplante a humanos, y de recuperación de especies en peligro o ya extinguidas a partir del ADN atesorado en diversas instituciones.

El Zoológico congelado. Nos referimos al Frozen Zoo (el zoológico congelado) del zoológico de San Diego (California), donde se conservan células y tejidos de 8000 animales pertenecientes a 800 especies; o al Audebon Research Centre de Nueva Orleans. Una institución similar en los Emiratos Árabes Unidos, custodia los genes del leopardo árabe y del gato salvaje Gordon. El ámbito europeo cuenta con el Proyecto Arca Congelada, coordinado por la Universidad de Nottingham (Reino Unido). Todos se hallan dedicados a recolectar y conservar en nitrógeno líquido el ADN de la fauna en aprietos, una forma de crear un arca de Noé genética que, como la homónima embarcación bíblica, salve a la fauna de la catástrofe en ciernes. […]

Inicialmente, esos centros tenían previsto usar el material congelado en reproducción in vitro e inseminación artificial; pero el éxito de Dolly les movió a barajar la opción de la clonación. […] No todos coinciden en la utilidad de ese enfoque. […] “A los animales hay que conservarlos en su hábitat”, afirma tajante Luis Suárez, responsable del Programa de Especies protegidas de la asociación ecologista WWF/Adena. “La clonación es una técnica
complementaria, pero menos prioritaria que la cría en cautividad o los bancos genéticos, cuya eficacia ha sido demostrada”, añade. Para Suárez, la clonación tendría sentido en especies extinguidas “sólo si antes se erradican las condiciones que las acorralaron”. […]

Clonación de sementales. Por otra parte, la clonación tiene aplicaciones en ganadería como técnica auxiliar de reproducción asistida, si bien todavía dista mucho de ser eficaz. Su porcentaje de éxitos por intento es muy bajo (en torno al 3%), lo cual la encarece: clonar una vaca cuesta en torno a 20.000 euros. Los expertos le encuentran sentido a la clonación cuando se pretende crear linajes a partir de sementales o de variedades transgénicas con cualidades atractivas. Sacando esos contados casos, la clonación apenas tiene encaje en la zootecnia. “Pertenece más al mundo de los laboratorios que a las unidades de producción ganadera,” añade Javier Cañon, catedrático de genética, y pronostica: “se abaratará cuando se reduzcan los fallos. Y eso no ocurrirá a corto o medio plazo”.

Por añadidura, la clonación de ganado se ha visto cuestionada a raíz de la controversia suscitada en Reino Unido, cuando la Agencia de Seguridad Alimentaria (FSA) admitió que tres reses nacidas de vacas clonadas entraron en la cadena alimentaria humana (no se trataba de terneras clonadas, aclaremos, sino de sus descendientes, pues los clones son demasiado caros para ir al matadero). Su homóloga estadounidense, la FDA, ya había dictaminado que la carne de bovinos clónicos era segura. Sin embargo, en Europa la idea de comer hamburguesas relacionadas con la clonación no cayó nada bien. El pasado 7 de julio, el Europarlamento votó en contra del consumo de alimentos derivados de clones animales y de sus descendientes.

Otro punto de discordia concierne el bienestar animal. Los clones prematuros, deformes o enfermos son un producto colateral de las técnicas actuales. Como indicó Jorcano, no se sabe bien por qué ocurre eso, ni cómo evitarlo. Por esa razón, Sir Wilmut ha dicho que no considera ética la clonación a escala industrial. En esa línea, el Eurogroup for Animals denuncia que la clonación “causa sufrimiento innecesario, además de tratar a los animales de granja como meras mercancías en vez de seres sensibles”, y alerta de que, aplicadamasivamente, “reduce la diversidad genética del ganado, aumentando la posibilidad de que rebaños enteros sean barridos por males a los cuales todos sus integrantes serán igualmente susceptibles”. […]

¿Entonces ha sido infundado el descomunal barullo causado en la opinión pública por Dolly y su progenie? No del todo. “Hay un dato real: se introdujo una técnica que abría posibilidades que hasta entonces no eran factibles; y con ello se desplegó un abanico de perspectivas que planteaban cuestiones bioéticas que de inmediato atrajeron la atención de los medios y del público”, comenta Cañon. En efecto, la clonación ha servido de disparador de un debate sobre las identidades humana y animal en una era donde todas las fronteras se desvanecen en el aire, se patente la vida, el avance científico-técnico irrumpe sin pedir permiso a nadie, y nada se halla a salvo de ser reproducido en serie.

Pablo FRANCESCUTTI, EL PAÍS SEMANAL, 5 de diciembre de 2010