Cooperación al desarrollo para un mundo solidario y sostenible (CCP2017 LV2)

Aprender del pasado es de personas sabias. Llegamos al final de una legislatura y es un buen momento para pararse, analizar y planificar el futuro que está a la vuelta de la esquina. Este balance puede permitirnos abrir la puerta a una etapa más positiva que la que dejamos atrás. Siempre y cuando, y ahí está la dosis de sabiduría que debemos garantizar, aprovechemos la experiencia y los aprendizajes que hemos cosechado en el camino. No hay otros cimientos posibles si lo que queremos es construir una política de desarrollo internacionalrenovada, que contribuya de verdad a un mundo mejor para todas las personas y que sea capaz de dar respuesta efectiva a los múltiples y complejos retos que afrontamos como humanidad.

Una oportunidad perdida. Como organizaciones de la sociedad civil miramos hacia atrás y vemos lo que fue y todo lo que podría haber sido. Cuesta comprender cómo una política con inmensas posibilidades para contribuir a la mejora de las condiciones de vida de muchas personas en todo el mundo ha sido sometida a un debilitamiento tan brutal. Sorprende el casi insignificante peso político y la escasa capacidad de influir otras políticas que se le ha otorgado en los últimos años. Tal situación ha supuesto una pérdida enorme de capacidades tanto en términos presupuestarios como humanos y, consecuentemente, un impacto directo en la vida de miles de personas en todo el mundo.

Analizar el trayecto recorrido hasta ahora, con sus llanuras y sus baches, debe ayudarnos a marcar el camino. En este sentido, la Agenda 2030 es una oportunidad para iniciar una nueva etapa. Repetimos a menudo que el mundo ha cambiado, que el escenario internacional ha cambiado, que la propia agenda internacional de desarrollo lo ha hecho. Es posible. Lo que no ha cambiado son los problemas a los que tenemos que hacer frente como humanidad: la pobreza extrema, la creciente desigualdad, la expulsión de sus hogares de quienes huyen de conflictos y necesidades extremas, la violación de derechos humanos, la discriminación de las mujeres o el uso insostenible de los recursos naturales. Aunque algunos de estos problemas se han agudizado, la mayoría de ellos han existido siempre. Lo que sí ha cambiado es nuestra forma de afrontarlos; nuestra mirada sobre cuáles son las mejores herramientas para hacer frente a tal situación y quiénes deben acompañarnos en el viaje. Ahora, tenemos la certeza de que ya no es posible usar las mismas lógicas del pasado.

En este contexto, ¿puede ser la cooperación al desarrollo una herramienta para el cambio? Sí, puede serlo. Y lo será sobre todo si es revisada, reorientada y hasta refundada. El balance nos dice que no podemos seguir haciendo las cosas de la misma manera. Por eso, debemos afrontar un debate pausado en el que el que los distintos agentes implicados —con la ciudadanía de la mano— participemos y aportemos de manera activa. Solo si compartimos la indignación sobre los problemas que nos afectan, seremos capaces de plantear soluciones que respondan de manera efectiva al interés de la mayoría.

En esa mirada hacia atrás aparecen múltiples logros que pueden ayudarnos a esa necesaria reformulación. Hemos acompañado a numerosos movimientos sociales en sus luchas por la defensa de los derechos humanos; hemos contribuido al fortalecimiento de estructuras sociales en muchos países del mundo. La solidaridad con los pueblos nos ha permitido empaparnos de la cultura del bien común y el respeto por el planeta, tejer redes y construir propuestas que no saben de fronteras. Hemos ido de la mano de cuadros políticos que ahora tienen responsabilidades de gobierno… Vamos acompañadas de muchas personas en un camino que es fundamentalmente colectivo.

En el ámbito internacional la cooperación para el desarrollo ha conseguido introducir en los debates denuncias y reivindicaciones que no estaban suficientemente visibles. Cuestiones como el injusto sistema fiscal internacional; el impacto medioambiental de ciertas políticas europeas en el resto del mundo o el feminicidio del que ningún país escapa. Hemos contribuido a identificar con claridad las causas estructurales que generan los complejos problemas que afectan a millones de personas en todo el mundo.

A pesar de todos estos avances, la experiencia nos demuestra que la Ayuda Oficial al Desarrollo por sí misma es insuficiente. Por eso, cualquier medida que se tome debe venir necesariamente acompañada de la coherencia de políticas para el desarrollo sostenible.

Actualmente, estar en el mundo no pasa por competir entre nosotros. Exige cooperar, trabajar de la mano y de manera horizontal, garantizado la participación ciudadana en los asuntos públicos y defendiendo lo público como espacio privilegiado para generar oportunidades para las personas, garantizar los derechos humanos y respetar el planeta que habitamos.

Vivimos tiempos convulsos donde la tentación de recurrir al miedo hacia el otroes enorme y profundamente peligroso. Debemos frenar esa tendencia con solidaridad. Es lo más inteligente que podemos hacer para nuestra supervivencia como humanidad. Si es cierto que somos la primera generación con recursos para acabar con la pobreza y la desigualdad, y la última capaz de salvar al planeta, pongamos entonces todas las políticas y todos los recursos a trabajar en ello. Hoy más que nunca, la solidaridad y la justicia global son el camino.

Mercedes Ruiz-Giménez Aguilar 

Presidenta de la Coordinadora de ONG para el Desarrollo (CONGDE)

El País, 15/12/2005

 

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