CE Kirmen Uribe (IENA LV2 2010)

[…] dejen que les cuente una anécdota. Yo no tuve nombre durante los primeros meses de mi vida. Nací a finales de 1970 y mi madre fue naturalmente al juzgado a darme de alta. El secretario le preguntó por mi nombre. « Kirmen », dijo ella. Al secretario no le constaba Kirmen como nombre y no lo aceptó. « ¿Señora, por qué no le porte José María, o algo por el estilo, como todo el mundo? » Mi madre dijo que yo me llamaba Kirmen y no cejó en su empeño hasta que inscribieron mi nombre en el libro de familia. Iba cada semana al juzgado y le daban la negativa. « ¿Y si le pone Kirmen María? », le dijo una vez el secretario, « será más fácil que admitan el nombre si lleva algo en castellano ». Al final, el secretario dio su brazo a torcer y es así como me llamo : Kirmen, sólo Kirmen. La anécdota ilustra la difícil situación que vivió en un tiempo el euskera. Pasó sus años duros, en los que solamente se hablaba en el ámbito exclusivamente privado. Y sobrevivió gracias a la tenacidad de mucha gente, que no dejó de hablarlo y trató de ampliar su presencia a todos los sectores de la sociedad. Y, por supuesto, de la multitud de gente que ha hecho un gran esfuerzo en aprenderlo.

    El 15 de abril del 2007 asistí a un programa de radio en la WBAI, en el 120 de Wall Street. La emisora es una de las más progresistas en el ámbito neoyorquino. Nos invitó la escritora Janet Coleman a su programa cultural. Compartí la hora con la poeta canadiense Yerra Sugarman. Sugarman, especialista en literatura yidish, había llevado al programa poemas de una poetisa de principios del siglo XX. Los poemas eran impresionantes. Hablaban de sexo explícito.

    Janet Coleman se asombró de que pudiera haber una escritora yidish que escribiera de esos temas. Y así lo dijo por la Radio. La respuesta de Yerra Sugarman fue la siguiente: « La poetisa habla de su vida. Su vida era así, aunque fuera en yidish. » Durante la cena hablamos de los clichés que tienen que soportar muchas tradiciones literarias […].

    La lengua vasca también ha tenido que soportar muchos clichés. Todavía a un autor vasco se le pregunta sobre la vinculación de la cultura vasca con la violencia. Sobre si no es una traba escribir en una lengua tan pequeña.

    Claudio Magris se define como un escritor de frontera. De una tradición en la que conviven diferentes lenguas. Yo también me considero un escritor de frontera. Me gusta formar parte de esa diversidad. Magris, en su libro Utopía y desencanto, afirma lo siguiente : « Toda minoría que sale de la marginación – nacional, cultural, religiosa, política, sexual – tiende, por lo menos al principio, al narcisismo exhibicionista y hasta que no se libera de él, aprendiendo a vivir espontáneamente su propia peculiaridad y a no hacerle demasiado caso, revela estar todavía, interiormente, en una condición de inferioridad. »

   Me gusta la frase del triestino, « no hacerle demasiado caso a su propia peculiaridad ». Escribir con naturalidad, vivir con naturalidad en euskera. Sin urgencias ni histerias.

   Han pasado casi 40 años desde la anécdota de mi madre en el juzgado. El euskera ha pasado del ámbito privado a lo público. Según los últimos datos sociolingüísticos, en 25 años el número de hablantes ha crecido en 150.000. Hay prensa en euskera, medios de comunicación, todo un sistema literario. La academia de la lengua acaba de cumplir 90 años de vida. Es verdad que todavía hay mucho por hacer. Queda un trecho para llegar a un bilingüismo efectivo. Pero se ha avanzado considerablemente.

     Yo no considero que escribir en una lengua pequeña sea ningún impedimento. En mis libros hablo de gente que conozco, de gente que veo todos los días por la calle. Sin embargo, he visto que esas historias pueden interesar a un lector global […]

Kirmen Uribe, elpais.com, 09/11/2009

  ¿Cuál ha sido y es hoy, según et articulista, la situación del euskera?