CE De Chávez a Maduro (Sujet entrainement)

De Chávez a Maduro

“Juntos somos Chávez”, señaló Nicolás Maduro. Lo cierto es que nada hay en su gobierno ni en su actuación presidencial, mucho menos durante estas semanas difíciles, que nos haga recordar las habilidades de su mentor.

En primer lugar, Hugo Chávez siempre exhibió un gran juego de cintura, pura creatividad táctica que le permitió eludir, con una ligereza de peso pluma que Maduro no tiene en absoluto, los peores contratiempos de su historia. Gracias a esa flexibilidad para el disimulo y las maniobras, Chávez tuvo la intuición brillante de descartar en 1997 la toma del poder por asalto y emprender en cambio la vía pacífica del antiguo régimen, para conquistar, sin derramar esta vez una sola gota de sangre, el poder supremo. Ese fue sin duda el mayor acierto de su carrera política y su mayor aporte a la teoría “revolucionaria”: alcanzar, aunque por otros medios, en este caso los votos, idénticos objetivos a los que hasta entonces se buscaban por la vía violenta de la lucha armada.

La segunda gran percepción política de Chávez, también ausente por completo en el caso Maduro, fue entender que, a la hora de agitar a las masas, el discurso y la acción revolucionaria aspiran al estremecedor propósito de incendiar la pradera. Pero que a la hora de gobernar, sin renunciar en ningún momento a la tarea retórica y real de desmantelar el pasado, el jefe revolucionario también debe tener muy presentes otros intereses, sin duda circunstanciales, pero mucho menos elementales y ciertamente más racionales y eficientes.

Gracias a estas dos formas de verse a sí mismo, Chávez derrotó a todos sus adversarios y echó los cimientos de una sociedad hegemónica y hermética, de amigos y enemigos irreconciliables, copia más o menos fiel de la totalitaria experiencia cubana, pero sin renunciar por completo a los formalismos democráticos tradicionales.

Durante esos 14 años, nadie, excepto sus más feroces enemigos, osaba calificar a su gobierno de dictadura. Este fue el fruto más rico de su herencia política, el que le concedió la gracia de poder pasearse por el mundo como un demócrata a carta cabal, aun sin serlo. Un tinglado de valor político incalculable, que ahora se viene estrepitosamente abajo.

El origen de este fenómeno, lo que estos días comienza a llamase un gravísimo “error histórico”, se produjo cuando Chávez, ya moribundo, tomó la disparatada decisión de nombrar a Maduro su sucesor. Un heredero que a todas luces carecía del carácter excepcional de su liderazgo, quien además, en el terreno de los hechos concretos, era incapaz de conmover a sus partidarios y mantenerlos unidos.

En favor de Maduro, sin embargo, debemos admitir que sus primeros pasos como presidente de la República transmitieron señales de que comprendía el problema y estaba resuelto a aplicar razonables correctivos económicos y financieros para rescatar a Venezuela del desastre. Hoy por hoy, a medida que el país se le escapa irremediablemente de las manos, sabiéndose no apto para enfrentar con mediano éxito el desafío que le

presenta una juventud harta de verse obligada a renunciar a su futuro, Maduro ha cometido el peor de todos sus desvaríos. En lugar de buscar la paz, de todas las opciones posibles, echó mano a la más torpe y primitiva, la represión, y convirtió una simple protesta estudiantil en un auténtico cataclismo nacional e internacional. De paso, le mostró al país y al mundo exterior las verdaderas señas de identidad del régimen, esas que Chávez, año tras año, había sabido disimular y encubrir con tantísima precisión.

¿Se da cuenta Maduro de las razones para que en menos de tres semanas su pésima gestión de la crisis haya producido el milagro de demoler lo que Chávez, con perversa inteligencia, supo urdir en los 14 años de su Presidencia? No lo creo. Tampoco pienso que se haya dado cuenta de que la verdad más evidente a los ojos de todos es que Chávez ya no existe. Y que él, sin Chávez a su lado no sabe cómo hacerle frente a un mundo que ha dejado de reconocerle al gobierno de Venezuela sus supuestas virtudes democráticas. Por primera vez en 15 años, y de manera irrevocable, el mundo califica ahora a su gobierno, no al de Chávez todavía, de dictadura. Etiqueta terrible que hunde a Maduro en el descrédito y la vergüenza planetaria. Para siempre.

El Nacional, 3/10/2014

1. Question de compréhension

Según el autor, ¿En qué medida se puede considerar que Maduro no estuvo a la altura de su predecesor? (150 mots +/- 10%; sur 20 points)